Inundaciones: radiografía de una desigualdad socio-ambiental

Las crecidas son una postal repetida en La Matanza. Funcionarios, especialistas y referentes de la comunidad debaten las alternativas para mitigar el impacto de un fenómeno natural que golpea a los más pobres.

Javier D’Alessandro y Carolina Vespasiano (Agencia CTyS-UNLaM)– Una postal repetida se observó el fin de semana del 11 de octubre. Llegaron las fuertes tormentas de la primavera y una gran parte de La Matanza, una vez más, quedó bajo el agua. Desde 2012, entre una y dos veces por año, miles de personas son evacuadas ante el avance de las inundaciones. Por esa razón,El1y laAgencia CTySconvocaron a especialistas, funcionarios y referentes sociales para entender por qué se inunda nuestro partido. “Existen tres fenómenos diferentes.

La sudestada, las lluvias y la insuficiente infraestructura urbana”, expone el ingeniero Gerardo Burdisso. Para el docente de la UTN Buenos Aires, “estos tres factores explican, de distintas maneras, las inundaciones de toda la Cuenca Matanza-Riachuelo”.

“El ordenamiento territorial es una gran deuda del Estado en todos sus niveles”, dicen los especialistas.
Una cuenca es un área geográfica compuesta por cursos de agua que comparten un sistema de “escurrimiento” pluvial. En el caso de la Cuenca Matanza-Riachuelo, el agua de lluvia circula a través de ríos y arroyos como el Morales, el Dupuy, el Rodríguez o el Chacón, que se reúnen en un curso principal, el río Matanza-Riachuelo, cuyo recorrido alcanza los 64 kilómetros de extensión desde su naciente, cerca de la Ruta 6, en Cañuelas, hasta su desembocadura en el Río de la Plata.

Los tres factores que menciona Burdisso, profesor de “Gestión de Cuencas” y “Presas Hidroeléctricas” de la carrera de Ingeniería Civil, aquejan en distintos lugares. El primero de ellos, la Sudestada, afecta a la cuenca baja, es decir, la zona más cercana a la desembocadura.

Cuando esto ocurre, el viento que ingresa por el sureste al Río de La Plata eleva la cota del cauce y “empuja” el agua hacia el interior de la cuenca, por lo que puede provocar inundaciones en la Ciudad de Buenos Aires, los partidos de Lanús, Avellaneda y Lomas de Zamora, y las localidades de La Matanza más cercanas a la Avenida General Paz, como Villa Celina.

En tanto, en las cuencas media y alta la recurrencia de fuertes lluvias provoca, por un lado, el desborde de los cursos de agua que, en localidades como Virrey del Pino, Laferrere y González Catán, redunda en frecuentes inundaciones, y por otro lado, el anegamiento de los desagües urbanos, que genera complicaciones en localidades como Ramos Mejía y San Justo.

Madre agua busca su lugar

Para comprender por qué se inundan estas áreas densamente pobladas, hay que introducir dos nuevos términos: planicie o llanura de inundación y humedal. Con matices y pequeñas diferencias, ambas son zonas de superficie que se cubren naturalmente de agua cuando se registran fuertes lluvias y que tienen, entre otras funciones, el rol de absorber el excedente hídrico o de recargar los ríos según sea el caso.

“Todo cauce de agua tiene una planicie de inundación natural, que cuando llueve se inunda y se va escurriendo gradualmente para regular el caudal de agua”, declara Burdisso. El problema surge cuando la ciudad se erige sobre esos sectores. “Si los humedales son ocupados, rellenados o modificados, su capacidad de regulación se ve muy resentida”, remarca la geógrafa e investigadora del CONICET Patricia Pintos.

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Para Burdisso, la construcción de la Autopista Riccheri es un buen ejemplo de obstrucción. “Es un terraplén que frena el paso del agua de la cuenca media a la cuenca baja y que, ahora, solamente escurre a través de los puentes del cauce original y el del cauce rectificado”, grafica. Si el agua no alcanza a escurrir por esos canales, ocurre lo inevitable; como una cañería tapada, si el caudal que ingresa es mayor del que se puede desalojar, se desborda.

La respuesta de la ingeniería

Edificios, pavimento, sumideros, arroyos entubados y lagunas rellenadas. La existencia de una ciudad como Buenos Aires se explica por la negación de sus humedales. “Con la urbanización, se cambió completamente la dinámica hídrica, a tal punto que se ven superficies cementadas sin presencia de agua”, explica Pintos, y quizás la zona que mejor refleja este proceso es el sur de la Ciudad de Buenos Aires, que anteriormente era muy parecida a las planicies de inundación de la cuenca media.

Los datos indican que el proceso de saneamiento, que convirtió una región similar a lo que hoy son los bosques de Ezeiza en un área densamente poblada fue “exitoso”: las obras que se realizaron en esa zona, como los dragados y el Sistema Pluvial La Boca-Barracas, que incluyó un dique de contención y estaciones de bombeo en la desembocadura del Riachuelo, lograron contener las crecidas cuando aparecen la sudestada y las fuertes lluvias.

Sin embargo, como se altera el proceso natural de drenaje del agua, ante la ausencia de humedales y la deficiente infraestructura de algunas áreas, el problema se “traslada” hacia otros lugares, por lo que son necesarias nuevas obras y, así, el ciclo vuelve a empezar.

La importancia del paisaje

Hasta aquí, la solución a las inundaciones se ha inclinado hacia el paradigma que apuesta por las grandes obras de ingeniería hidráulica para mitigar los impactos de las crecidas. Sin embargo, hay expertos que proponen otra solución: pensar un reordenamiento territorial que incorpore las planicies de inundación como paisaje en el ejido urbano.

González Trilla, investigadora del Conicet y profesora del Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), junto a su colega Rafael Grimson, están a cargo del área científico técnica del Inventario de Humedales de la Provincia de Buenos Aires, que encargó el Organismo Provincial para el Desarrollo Sustentable (OPDS).

“La idea es que sea un insumo para el ordenamiento territorial, que busque direccionar el crecimiento urbano hacia las zonas que sí pueden ser habitadas, pensando en la calidad de vida de las personas”, aporta, y destaca que “en la zona de la cuenca media, los humedales están en un muy buen estado de conservación”, por lo que propone preservarlos y aprovecharlos para generar espacios verdes.

Al igual que los expertos, los vecinos y las vecinas de La Matanza también están preocupados por los humedales y la preservación del territorio. Por ello, piden que se cuiden las reservas naturales urbanas de Ciudad Evita y Laferrere. “Es fundamental, porque la existencia de la reserva provoca que los barrios lindantes no se inunden”, le dijo a El1 Jorge Serrano, vecino de Laferrere.

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Con él coincide Darío Cerrato, de Ciudad Evita: “Le pedimos a las autoridades que se pongan a trabajar en un ordenamiento territorial para la protección de estos espacios y que, en vez de gastar fortunas en obras hidráulicas, respeten los humedales, así no tendremos más problemas, porque esos terrenos son el reservorio natural por dónde tiene que ir el agua”.

(Des) planificación, un fenómeno de larga data

González Trilla argumenta que lo que falta es una planificación urbana que contemple las características de la cuenca en todo su recorrido, y dé respuestas acordes a cada contexto. “El ordenamiento territorial es una gran deuda del Estado en todos sus niveles. Las áreas de humedales no se tienen que ocupar: no es justo que la gente viva en un lugar como el Barrio La Palangana, en Laferrere, esas no son condiciones de vida para nadie”, sostiene.

“La Palangana” es uno de los tantos barrios de emergencia que crecieron sobre superficies no aptas para el hábitat humano, propiciados por la “desigualdad espacial”, un término con el cual el investigador y docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), Raúl Fernández Wagner, explica el proceso de “expoliación urbana” iniciado durante la última dictadura militar, que modificó profundamente el diseño de la ciudad.

Según Wagner, el fenómeno de la toma de tierras y la compra informal de suelo se dio en los años setenta por varias causas. La dictadura no solo ordenó la erradicación de villas de la Capital Federal, sino que facilitó la desregularización del mercado inmobiliario, con un consecuente aumento del precio de los lotes y los alquileres, haciendo imposible el acceso a la vivienda para los sectores populares y provocando un éxodo hacia el conurbano.

A lo anterior se suma la quita de espacios habitables en pos de la construcción de autopistas, estacionamientos y barrios cerrados, y el relego del mercado inmobiliario a los avatares del sistema financiero. Elementos que, con el neoliberalismo asentado en democracia, y pese a algunos intentos de regulación dominial de las tierras, profundizaron la desigualdad.

“El encarecimiento y la escasez de suelo urbanizable, así como la privatización (…) de los servicios básicos, afectaron severamente a los sectores sociales crecientemente pauperizados (por la pérdida de empleos formales y estables y por la caída de sus ingresos)”, explica el experto en su libro Democracia y ciudad (UNGS, 2008), y añade que todo este proceso generó una nueva configuración identitaria: movimientos barriales que pujan por un techo (y un suelo) seguros.

El Plan Director de Manejo Hídrico, la respuesta del Estado

En este contexto, en 2006 el Congreso creó la Autoridad de la Cuenca Matanza-Riachuelo (ACUMAR), un organismo público interjurisdiccional a cargo de la gestión y el saneamiento ambiental de la región. Cuatro años después, el ente emitió el Plan Integral de Saneamiento Ambiental (PISA) con 14 ejes de acción para avanzar en la remediación territorial.

Uno de esos ejes es el Plan Director Básico de Drenaje Pluvial, que prevé medidas estructurales para el desarrollo de infraestructura con el objetivo de aliviar el caudal hídrico y prevenir los desbordes; y medidas no estructurales como el Sistema de alerta temprana y el Plan de contingencia ante inundaciones, que dotan a la población de herramientas para enfrentarse a una posible inundación.

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“El Plan director tiene metas que incluyen obras, las cuales, combinadas, impactarían en reducir al 50 por ciento el total de personas que habitan la Cuenca en situación de riesgo hídrico”, asegura el Coordinador del Plan de manejo hídrico de ACUMAR, Sergio Mazzuchelli.

Las obras que refiere el funcionario son hasta 13 reservorios que se ubicarían en zonas rurales de la cuenca alta. “En términos generales, un reservorio es un área que, a partir de la construcción de un dique o pared en el punto más bajo de un terreno seleccionado para ese, genera un embalsamiento aguas arriba, reteniendo los excedentes de agua producto de lluvias intensas en los sectores altos de la Cuenca”, grafica el funcionario. Un reservorio es, sin más, un humedal “controlado”.

Compás de espera

Según el primer Plan Director, las obras deberían haber iniciado en 2012 y finalizado en 2015. No obstante, diversos obstáculos y la planificación de la Autopista Presidente Perón, que atraviesa esos terrenos, modificaron el esquema. “Es difícil hablar de plazos”, admite Mazzucheli.

No obstante, adelanta que, a partir de 2020, “se iniciaría la construcción de tres reservorios prioritarios en la subcuenca del Arroyo Morales” y se iniciarían los estudios de factibilidad complementarios sobre otros tres, que son los que tienen mayor probalidad de impactar positivamente sobre la población afectada, según el modelo diseñado por la Universidad Nacional de la Plata (UNLP).

Sin embargo, el funcionario soslaya que “más allá de las obras que se ejecuten y que reduzcan o mitiguen las consecuencias del fenómeno climático, toda vez que nos encontramos con población habitando zonas por debajo de la cota de inundación, los municipios seguirán lidiando con este fenómeno y deberán prepararse para enfrentarlo con las mejores prácticas y herramientas que se conocen a nivel nacional e internacional”.

Es por esto que Mazzucheli insiste en que “ACUMAR apoya la correcta definición de la Línea de Ribera, un tema que es crucial para asegurar la correcta administración del territorio y su ordenamiento, desde una perspectiva ambiental”. Al respecto, el Secretario de Gobierno de La Matanza, Gustavo Dutto, afirma que “el reordenamiento está previsto en el PISA”.

“La Corte Suprema de Justicia condenó a los estados nacional y provincial a resolver la cuestión ambiental con intervención de los municipios y algo se hizo en las márgenes de los arroyos, pero luego la inversión se paró y todo está muy lento”, refiere.

Por su parte, otras fuentes municipales consultadas, mantienen el reclamo sobre “la cantidad de obras que han quedado detenidas” y denuncian “una actitud casi de animosidad por parte del gobierno de la Provincia de Buenos Aires y de la Nación”, pero nada expresan sobre la posibilidad de un reordenamiento.

Y en el medio de las internas palaciegas, miles de personas esperan hace más de diez años una solución a la tragedia que viven casi rutinariamente, año tras año. Sea ingeniería o urbanismo, las distintas visiones, como los ramales de una cuenca, deben confluir en un mismo sentido, para lograr un medio ambiente y un desarrollo urbano saludable, donde el agua sea vida y un factor de peligro.

Fuente:Agencia CTyS-UNLaM y un mapa (Gentileza: Ignacio Sánchez).

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